“Vale más un perro que un niño en Bogotá, porque a uno no le arriendan la casa con niños”, dijo la señora Elizabeth, que así la llamaremos, que vive ya 10 años como desplazada y viuda, y ahora habita en el barrio Bosa-Santa Fe, en Bogotá. Ella nos contó, entre lágrimas, la forma de cómo lo asesinaron a su esposo los paramilitares en La Gabarra, al norte de Santander, en el 2000. Fueron momentos de dolor, rabia, cólera e impotencia, frente a la situación, que estaba pasando y cómo lo disparaban a su esposo en su presencia.
Muchas familias fueron masacrados y las que pudieron salir dejaron todo: sus bienes, fincas, animales, terreno, etc.
El desplazamiento es una situación muy dolorosa y triste. Miles de personas viven en Bogotá en condiciones no dignas, porque no encuentran trabajo, vivienda, niños que no tienen mucho acceso a la educación y muchos siguen siendo amenazados, y algunos viven marginados por su raza.
Hay organizaciones, que frente a esta situación dolorosa, manipulan y utilizan este grupo de personas, para conseguir ayuda económica en nombre de los desplazados o de los pobres, pero nunca les llega la ayuda a estas personas. Y lo más triste, las autoridades tapan y no muestran este tipo de situaciones ante la comunidad internacional, para señalar que aquí todo está bien y los desplazados están bien atendidos.
Según un informe publicado de Human Rights Watch, en enero 2010, los desplazados en Colombia asciende a más de tres millones y esto aumenta cada vez más a causa de la violencia.
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